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¿A quién represento legalmente?

El juego de las oportunidades y un toquecito de fortuna que se consigue con disciplina y academia fueron los principales motivos del milagro: Logré que me designaran tareas didácticas como directivo docente para orientar compañeros; rol que vengo ejerciendo no hace menos de cuarenta años: Rector en varias instituciones de la región; presidente del cuerpo colegiado de rectores del departamento Norte de Santander por una década y hasta Secretario de Educación Municipal en la ciudad de Cúcuta.

Quien lo creyera, Sin presunción de mando, bajo ninguna índole, ni tener a flor de labios arengas políticas tampoco -y lo digo con mucho honor- jamás tuve que feriar mi conciencia, individual o colectiva al juego de los colorinches del partido.

Mi única vocación, tal vez pasional y misional, ha sido la humanística desde la formación y la cultura, es decir, vivo entre la pedagogía y la literatura; por ahí al interior de ese crisol aún trascurren mis días como profesional de la docencia, gracias al cielo. Pero el objetivo no es levitar con la propaganda de mi nombre, ni echarme incienso sobre mi pasantía por la enseñanza, ni más faltaba; cada maestro colombiano es un héroe en este país, el nuestro, en donde lamentablemente vale más un líder vivaracho, embaucador y embustero transitando por los caminos torcidos y en tinieblas, que el fuego de las estrellas de nobles seres de carne y hueso, iluminando prospectos de futuro en la oscuridad, con el alfabeto del conocimiento, cuyo propósito es derrotar a la ignorancia.

La imperfecta e indiferente sociedad, en lo coyuntural y ante el reclamo nos tilda de perezosos, sinvergüenzas e irresponsables y una que otra ave de mal agüero, apartada de sus cabales y preñada de soberbia, ha expresado en los medios amarillistas al servicio de la oligarquía y a todo pulmón: ¡trabajen vagos! ¿Habrase visto tamaña ingratitud y desprestigio?

Entonces, desde las circunstancias, respetuosamente solicito asesoría a los dioses de las leyes; en la reiteración, ante ustedes, honorables discípulos de Santander, comedidamente les pido aclaración respecto a la siguiente norma: Eso de mi papel al frente de una institución, sustentado y refrendado en la ley 715 de diciembre 21 de 2001, artículo 10, también en diferentes funciones de mi competencia, decreto 1860, en su artículo 25, de agosto 3 de 1994: por lo anterior, ¿soy en mi nominación de gerente su Representante Legal?; ¿es cierto?, o quien responde es el que tiene y distribuye el recurso del estado para derrocharlo en burocracia o cubrir las necesidades más sentidas que demanda la inversión en el cumplimiento del servicio, vía a la excelencia, al menos como utopía.

Insisto en la pregunta: ¿Personifico la entidad educativa o sólo figuro como parapeto para endilgarme responsabilidades que exclusivamente le competen al patrón mayor y en mi caso únicamente me alimentan el ego al levitar desde la vanidad y el orgullo?; porque, en conclusión, quienes ordenan son los alcaldes, gobernadores, ministros y el mismo presidente.

En la sinopsis y sin tapujos, los rectores somos la autoridad suprema en los colegios nada más que para recepcionar cargamentos de oficios con un sinfín de exigencias y a resolver de inmediato; aguantar en ocasiones las diatribas de la comunidad, constantemente inconforme; levantar el rostro cuando nos acosan las carencias (casi siempre), incluso, lidiar con los caprichos de los sindicatos al instante de sentirse acusados por el incumplimiento de sus discursos populistas y folclóricamente decretan un cese de actividades para que el regente de las jornadas escolares mire a ver cómo se las arregla frenteando a los acudientes de los estudiantes; guerreando con el polémico plan de alimentos racionados bajo el símbolo de la pobreza, o salirle al encuentro a comentarios y amenazas que muchas veces son fabricadas por los mismos funcionarios de control o el propio usuario, varios camorristas, resentidos y poco querendones, pues han convertido las instituciones en guarderías, en virtud a que algunos papás no pueden reprender la psicología de los hijos en sus hogares y es mejor tenerlos a leguas de sus deberes, en zona de confort y por las comodidades es muy agradable dejarlos en manos de los segundos padres, allá ellos que se las arreglen como puedan y compensen el sueldito haciendo algo; decires del común y con frecuencia.

Finalmente espero, apreciados académicos de la legislación, me den respuesta y con la misma nos ayuden a despejar dudas en la línea de mando entre los entes del poder (papá gobierno), y el trompito de poner como un espadachín (el rector o torero), ahí desde el patio principal de casa grande donde se capotean en la cotidianidad las embestidas de las vicisitudes.