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Editorial

El 19 de junio de este año quedará en la historia de nuestro país como el día en que la mayoría del pueblo colombiano venció el miedo y se atrevió a marcar una nueva senda de paz, democracia y progreso para las futuras generaciones. El país que recibirá el nuevo presidente Gustavo Petro el próximo 7 de agosto está prácticamente destrozado y a punto de explotar.

Colombia, según cifras del Índice de Desarrollo Regional para Latinoamérica, es el país más desigual de América Latina. El 42.5% de la población colombiana vive en condición de pobreza. De los 21.021.564 de pobres, más de 7.470.000 están en la completa indigencia y sobreviven con menos de $145.000 al mes.

La pobreza de millones de compatriotas contrasta con la absurda riqueza de unos pocos, según Tomas Piketty, en Colombia el 10% de la población concentra entre el 70% y 80% de la riqueza, mientras que el 50% apenas posee cerca del 1%.

Otra preocupante situación de desigualdad que padecemos y que es una de las principales causas de violencia es la distribución de la tierra. Según el Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (OXFAM), Colombia es el país de América Latina con mayor concentración en la tenencia de tierra, puesto que solo el 1 % de las fincas de mayor tamaño tienen en su poder el 81 % de la tierra colombiana; El 19 % de tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas y el 0,1 % de las fincas que superan las 2.000 hectáreas ocupan el 60 % de la tierra.

En medio de esta realidad de pobreza y desigualdad, se conoce el doloroso informe final de la comisión de la verdad sobre la violencia en Colombia, presidida por el padre Francisco de Roux, que nos muestra de manera descarnada las consecuencias de la absurda guerra que padecemos y que ha dejado más 260.000 muertes, 7.000.000 de desplazados y decenas de miles de desaparecidos, siendo los principales responsables de esta tragedia los grupos paramilitares, los frentes de la guerrilla y los propios agentes estatales.

Este es el país que va a recibir el nuevo presidente. Esta es la historia que hay que cambiar. Para hacerlo será necesario unificar a la nación y con el apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas y de todo el pueblo, encarar desde ya las grandes transformaciones políticas, sociales y económicas que hoy reclaman la mayoría de colombianos y que en su mayoría están expuestas en el programa de gobierno del Pacto Histórico.